La trifulca en torno a las isapres es fundamental, sí, pero no puede acaparar la totalidad de nuestro ancho de banda mental.
Sobre todo porque la energía dedicada a mejorar la productividad no es a costa de resolver aquel dilema sino que, por el contrario, propende a su resolución. Por fortuna, y a diferencia de desafíos como pensiones o minería, en la gestión de salud sí hay mucha “fruta colgando de ramas bajas”: una pléyade de tecnologías que gritan por ser implementadas. Requerimos una batería de medidas –tanto políticas públicas como soluciones privadas– capaz de canalizar el boyante caudal inventivo que brota desde los valles de silicio de este mundo. El resultado será un sistema más equitativo y más justo.
Treinta mil pacientes del sistema público chileno murieron a lo largo de 2021 en espera de una cirugía; 82 personas diarias, 3,4 por hora; diez veces los fallecidos en el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
La incorporación de atenciones GES, aquellas cuyo tiempo de espera está garantizado, supuso un salto cuántico, es cierto. Sin embargo, es todavía mucho lo que queda por hacer en el sistema que atiende al 83% de los ciudadanos. Desde el minuto en que un paciente se inscribe en la lista de espera de una cirugía no acogida al GES, debe armarse de paciencia para enfrentar 574 días de espera promedio. Mientras que en la OCDE el promedio de espera para una prótesis de rodilla es de 189 días, acá cerramos el ranking con 839 frustrantes jornadas. Hasta 2.190 días –seis años– se han registrado. A ritmo de ocho horas diarias, tiempo suficiente para leer la Biblia 246 veces, o ver la filmografía completa de Stanley Kubrick 645 veces.
Este jodido intríngulis, complejo y multivariado, rastrea su agudización reciente a un ensanche en la oferta y un embudo en la demanda. El número de inscritos aumentó 10% solo el último trimestre y la oferta se contrajo durante la pandemia, periodo en que se resolvió postergar los procedimientos no urgentes. Como resultado de ambos efectos, el
FUENTE: El Mostrador