Los datos sobre las listas de espera son, al menos preocupantes y revelan un resultado incómodo, ¡estamos llegando demasiado tarde! En efecto, la pandemia de COVID – 19, lejos de ser el origen del problema, solo amplificó significativamente uno ya existente. Cabe recordar que el 2017, un informe del Programa de las Naciones para el Desarrollo (PNUD) advertía sobre los efectos de la espera excesiva en nuestro país, señalando que: “la sensación de sentirse tratado indignamente en salud es mayor, a su vez, en personas con menor educación y con menores ingresos…la irritación con la espera está relacionada en parte, con sentirse desatendidos mientras se aguarda, pero fundamentalmente con la sensación de no tener otra opción más que esperar”.
Nuestro sistema de salud ha perdido, en los últimos 10 años, lentamente la capacidad productiva por diferentes factores; además diferentes comisiones y expertos han alertado sobre estos temas y han propuesto soluciones, compartidas ampliamente por todos los sectores políticos, pero aún ¡no se oye padre! Hoy, vemos algunos de sus más notorios efectos sobre la falta de voluntad de cambios y nos lamentamos por no haber tomados acciones en forma oportuna; y que las cosas no llegaran hasta este punto; pues, los datos entregados en el último informe cuatrimestral del Ministerio de Salud muestran los efectos sobre lo antes descrito: que existen 2.353.375 consultas de especialistas que esperan en promedio 370 días, además de 318.928 cirugías que esperan en promedio 466 días, lo que significa un aumento de 4 y 6% respecto al anterior informe. Pero tal vez, el guarismo que más enciende las alertas son las 26.571 personas egresaron de la lista de espera por fallecimiento, lo que significa un aumento del 154% respecto al corte anterior.
Estos resultados merman la confianza de la ciudadanía en el sistema de salud, más aún en el momento que se proponen y discuten importantes cambios. Pero quien podría culparlos, llevan demasiado tiempo esperando y escuchando a expertos (y no tanto) entregar todo tipo de soluciones que aún esperan comenzar a implementarse. Nuestro problema incluso es un poco más complejo que eso, el nivel sobre los excesivos tiempos de espera requiere plantear más de una solución (como masticar chicle y caminar) ya que las personas no pueden seguir esperando los posibles beneficios que traerán los futuros cambios y reformas, puesto que, hoy llevan esperando 466 días en promedio por una cirugía. Por lo tanto, se requieren extremar medidas de corto plazo para tratar el stock ya existente de la lista como: aumentar los horarios y días de atenciosa, disminuir las suspensiones quirúrgicas evitables, aumentar las compras de estas prestaciones a la red privada, lo que requerirá indefectiblemente de recursos adicionales. Por otro lado, los posibles beneficios sobre los cambios que hoy se proponen deberán mostrar con claridad en cómo tratamos en el largo a las personas en lista de espera y sus problemas de salud, estos cambios deberán necesariamente contemplar tiempos máximos, más y mejor información (y acompañamiento) a los usuarios sobre los criterios de priorización, además de una necesaria y detallada rendición de cuentas.
Pongámonos de acuerdo en algo, sabemos que hay personas y familias que no pueden seguir esperando.
Raúl Aguilar Barrientos
Investigador Senior Instituto de Políticas Publicas en Salud,
Universidad San Sebastián (IPSUSS).
Miembro de la Fundación Lista de Espera (FLE)